carlostunnermann001Por: Dr. Carlos Tünnermann Bernheim - n.Managua, Nicaragua (10/Mayo/1933). Realizó estudios de Bachiller en Ciencias y Letras en el Instituto Pedagógico de Varones de Managua, es Doctor en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Académico de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua (1992).

En enero de 1915, Rubén Darío se encontraba en Nueva York, a donde había llegado en noviembre del año anterior acompañado de Alejandro Bermúdez, para iniciar una gira por América en pro de la paz mundial. El tiempo pasa y las conferencias que debían dictar aún no se organizan. El escaso dinero de los pacifistas está por terminarse.

Finalmente, el 4 de febrero, y bajo los auspicios de la Sociedad Hispánica y de la Universidad de Columbia, tuvieron lugar las tan esperadas conferencias. La mayoría de los asistentes fueron latinoamericanos.

En ese mismo mes de febrero, Darío cae gravemente enfermo de pulmonía. Carece casi totalmente de dinero y ha tenido que trasladarse a una modesta pensión. No ha podido enviar ningún dinero a su mujer, Francisca Sánchez del Pozo y a su querido hijo, a quien Rubén llama cariñosamente “Güicho”, que se quedaron en Barcelona. Esto producía mucha angustia a Darío.

Rubén hace múltiples gestiones para que el gobierno conservador de Adolfo Díaz le pague la deuda que tiene con él de 45,000 francos por sueldos pendientes de pago de cuando se desempeñó como ministro de Nicaragua en España. Logra que el gobierno le abone la ridícula suma de 400 dólares.

Darío quiere trasladarse a Buenos Aires y para tal propósito escribe a Emilio Mitre, director y propietario de La Nación. Mitre, generosamente, le envía un giro que le permite cancelar sus deudas y enviar una modesta remesa a su mujer. Mientras tanto, el ministro de Guatemala en Washington, Joaquín Méndez, amigo de Rubén, y el escritor Máximo Soto Hall, han hecho gestiones para que el presidente de Guatemala, el déspota Manuel Estrada Cabrera, invite a Darío a visitar Guatemala.
Estrada Cabrera, de inmediato, piensa en aprovechar la fama de Darío para hacerle escribir poemas y escritos laudatorios a su persona y gobierno, uno de los más tenebrosos en la historia de Guatemala. Darío ve en su viaje a Guatemala una oportunidad de acercarse a su nunca olvidada Nicaragua. Está prematuramente viejo, enfermo y sin recursos. A Gómez Carrillo le dice: “Voy en busca del cementerio de mi tierra natal”.

 

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