Por: Fabian.

Mejor dejar las inhóspitas cronologías para otros momentos y ceñirnos a las nebulosas. En 1907, Rubén Darío publica un libro de poemas. El canto errante es su título. Recoge en él poemas escritos en muchos lugares del mundo y en distintas fechas; entre otros varios escritos en Mallorca como el titulado “Revelación”, del que, muy largo, pondré sus primeros versos.

Hago un inciso: Son frecuentes en Darío los poemas largos, de muchas estrofas. A veces me gusta recoger de ellos sólo unos pocos versos que, por alguna razón me gustan especialmente. Por ejemplo, “Versos de otoño” es un poema corto de 12 versos; los seis últimos me fascinan:

[…] Hace una hora que un nombre grabé sobre la nieve;
hace un minuto dije mi amor sobre la arena.

Las hojas amarillas caen en la alameda,
en donde vagan tantas parejas amorosas.
Y en la copa de Otoño un vago vino queda
en que han de deshojarse. Primavera, tus rosas.

Pues en este libro recoge varios poemas que tienen relación con Mallorca. Inicia el libro con unas reflexiones sobre la poesía, los poetas, la palabra. El título “Dilucidaciones” encabeza esta introducción en prosa. En el punto II, hay un momento que dice: “Hay un horror de futurismo, para usar la expresión de este gran cerebral y más grande sentimental que tiene por nombre Gabriel Alomar, el cual será descubierto cuando asesine su tranquilo vivir, o se tire a un improbable Volga en una Riga no aspirada” y es en el párrafo siguiente cuando indica que está escribiendo desde una isla: “Alégrame el que puede serme propicia para la nobleza del pensamiento y la claridad del decir esta bella isla en donde escribo, esta Isla de Oro. «isla de poetas, y aun de poetas que. como usted, hayan templado su espíritu en la contemplación de la gran naturaleza americana», como me dice en gentiles y hermosas palabras un escritor apasionado de Mallorca. Me refiero a don Antonio Maura. Presidente del Consejo de Ministros de Su Majestad Católica”.

Uno de los poemas de este libro que se relaciona con Mallorca es el titulado “Revelación”. Rubén Darío tiene una formación clásica, frecuentemente habla de los dioses griegos, el dios Pan, “el gran dios de la fuerza y de la vida”; sin embargo, la geografía nicaragüense, tiene fuerte impronta en su pensar y sentir. No cree en el Dios cristiano, sino en las fuerzas de la naturaleza. Este poema de 39 versos acaba así: “Y con la voz de quien aspira y ama. / clamé: «¿Dónde está el dios que hace del lodo / con el hendido pie brotar el trigo. / que a la tribu ideal salva en su éxodo?»./ Y oí dentro de mí: «Yo estoy contigo, / y estoy en ti y por ti: yo soy el todo».”

Dejando aparte la creencia panteísta, así como en la segunda parte del poema trata de la fuerza e inmesidad de las montañas, en la primera habla de la mar, pero no de su fuerza tormentosa; un poco de viento y algo de sal “hieren” su sentido y pensamiento para preguntarse posteriormente ese “¿Dónde está el dios?”. Es el poema “Revelación”:

En el acantilado de una roca
que se alza sobre el mar. yo lancé un grito
que de viento y de sal llenó mi boca:
A la visión azul de lo infinito,
al poniente magnífico y sangriento.
al rojo sol todo milagro y mito.
Y sentí que sorbía en sal y viento
como una comunión de comuniones
que en mí hería sentido y pensamiento.[…]

El tema es muy complejo, pues Rubén Darío en esa fase de su vida, cuarentón, tiene más dudas que fé; época de dudas que intenta superar con “prontos” o decisiones momentáneas, más voluntaristas que veraces pues en siguientes poemas vuelve a plantearlas.

Dentro de pocos días llegará oficialmente la primavera; el variable otoño (“Hace una hora que un nombre grabé sobre la nieve; / hace un minuto dije mi amor sobre la arena.”) dejó un vino vago donde se deshojarán las rosas primaverales.

Quizás fueron los Modernistas quienes incorporaron elementos de la naturaleza pintándola con los colores de sus sentimientos, como humanizándola, siendo, como es, impertérrita.

 

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