Por: Fabian.

La mayoría de autores indican que Rubén Darío vino dos veces a Mallorca, una en 1906 – 1907 y otra a finales de 1913. Pese a ello, hay un autor que indica tres viajes:

Rubén Darío realizó tres viajes a las islas Baleares. Su primera estadía en Mallorca se prolonga de enero a abril de 1906. Luego va como miembro de la Delegación de Nicaragua a la Tercera Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, donde compuso la «Salutación al Aguila». Visita Argentina y a sus amigos de La Nación y regresa a Madrid y a París, En enero de 1907, el poeta regresa a Palma de Mallorca, a los avejentados cuarenta años de su vida neurasténica, en busca de paz y de salud. Visita entonces la cueva del místico mallorquín Ramón Lull; recuerda los tristes amores del pobre tísico inmortal Chopin con George Sand, en la isla; vive en un chalet rodeado de pinos, en donde escribe «La canción de los pinos», uno de sus poemas más bellos; y prepara su libro El canto errante, mientras baña sus ojos y su neurastenia en el limpio azul mediterráneo. El mismo año vuelve a París, hace un viaje triunfal a Nicaragua y regresa a Madrid como embajador de su patria. Pronto dejan de llegar a tiempo los sueldos para sostener su fasto diplomático y se retira a vivir pobremente en París.

Carlos D. Hamilton: Rubén Darío en la isla de oro (En Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 212 – 213, 1967)

Conviene que vaya siguiendo las publicaciones de Rubén Darío. Y “La canción de los pinos” se encuentra en su libro del año 1907, El canto errante.

La canción de los pinos

Oh pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,
yo os amo. Sois dulces, sois buenos, sois graves.
Diríase un árbol que piensa y que siente,
mimado de auroras, poetas y aves.

Tocó vuestra frente la alada sandalia;
habéis sido mástil, proscenio, curul.
oh pinos solares, oh pinos de Italia,
bañados de gracia, de gloria, de azul.

Sombríos, sin oro del sol. taciturnos,
en medio de brumas glaciales y en
montañas de ensueños, oh pinos nocturnos,
¡oh pinos del Norte, sois bellos también!

Con gestos de estatuas, de mimos, de actores,
tendiendo a la dulce caricia del mar.
¡oh pinos de Nápoles, rodeados de flores.
oh pinos divinos, no os puedo olvidar!

Cuando en mis errantes pasos peregrinos,
la Isla Dorada me ha dado un rincón
do soñar mis sueños, encontré los pinos,
los pinos amados de mi corazón.

Amados por tristes, por blandos, por bellos.
Por su aroma, aroma de una inmensa flor,
por su aire de monjes, sus largos cabellos,
sus savias, nudos y nidos de amor.

¡Oh pinos antiguos que agitara el viento
de las epopeyas, amados del sol!
¡Oh líricos pinos del Renacimiento,
y de los jardines del suelo español!

Los brazos eolios se mueven el paso
del aire violento que forma al pasar
ruidos de pluma, ruidos de raso,
ruidos de agua y espumas de mar.

¡Oh noche en que trajo tu mano. Destino,
aquella amargura que aún hoy es dolor!
La luna argentaba lo negro de un pino.
y fui consolado por un ruiseñor.

Románticos somos… ¿Quién que Es. no es romántico?
Aquel que no sienta ni amor ni dolor,
aquel que no sepa de beso y de cántico,
que se ahorque de un pino: será lo mejor…

Yo. no. Yo persisto. Pretéritas normas
confirman mi anhelo, mi ser. mi existir.
¡Yo soy el amante de ensueños y formas
que viene de lejos y va al porvenir!

En otras palabras, es el paisaje de Mallorca — captado por la sensibilidad poética de Rubén Darío — el que enriquece la gama de los paisajes interiores del poeta. “Alégrame — dice al prologar, en Mallorca, El Canto Errante — el que puede serme propicio para la nobleza del pensamiento y la claridad del decir esta bella isla donde escribo, esta Isla de Oro.” Los siguientes ejemplos, escogidos casi al azar y limitados a las obras en verso, nos dan la idea del inagotable surtidor poético que es, para Rubén Darío la isla de Mallorca. En La canción de los pinos, una de las poesías más personales de Darío, no canta el Poeta solamente unos pinos, ni siquiera sólo los de Mallorca, sino todos los pinos: los de Italia, de España, del Norte. Pero es la Isla Dorada la que le “ha dado un rincón” donde encuentra los pinos que su corazón ama, que le inspiran y le hacen ver (le hacen “soñar”), en su ser, su propio destino de inmortalidad, en una especie de mediánica y órfica reencarnación. La mar agitada de una tarde, en Sóller, con su “poniente magnífico y sangriento” le hacen lanzar al viento saturado de sal el grito alucinante de Revelación, el poema panteísta (“Y oí la voz del dios de las montañas”, “Pan, el gran Pan de lo inmortal, no ha muerto”) con expresiones bíblicas (“Y oí la voz”, “Y clamé”, “y escuché” etc.).[…]

Erminio Polidori: Rubén Darío en Mallorca (1968)

Centrarse únicamente en el Rubén Darío alcohólico de 1913 en Valldemossa, creo que es caricaturizar al personaje y dar de él una imagen parcial. El Rubén Darío de 1907 en El Terreno no coincide totalmente con el de Valldemossa y es en esta etapa de 1906 – 1907 cuando Rubén Darío se da a conocer a la sociedad mallorquina.

 

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