Por: Fabian.

La primera vez que llega Rubén Darío a Mallorca, 1906 . 1907. desde El Terreno finaliza el libro de poemas El Canto errante. En él hay algunos poemas compuestos anteriormente y otros recientes que construye aquí en Mallorca. Hay uno algo más singular. Es un poema largo, de 214 versos dividido en siete partes iniciada cada una con números romanos. Es un poema singular pues lo va escribiendo poco a poco en distintas ciudades del mundo. Lo llama “Epístola a la señora de Leopoldo Lugones”

I

Madame Lugones. j’ai commencé ces vers
en écoutant la voix d’un carillón d’Anvers…
¡Así empecé, en francés, pensando en Rodenbach
cuando hice hacia el Brasil, una fuga… de Bach!

En Río de Janeiro iba yo a proseguir
poniendo en cada verso el oro y el zafir[…]

III
En fin. convaleciente, llegué a nuestra ciudad
de Buenos Aires, no sin haber escuchado
a míster Root a bordo del Charleston sagrado. […]

Y me volví a París. Me volví al enemigo
terrible, centro de las neurosis, ombligo
de la locura, foco de todo surmenage
donde hago buenamente mi papel de sauvage […]

Así que el poema, iniciado en Anvers, lo continúa en Río, luego en Buenos Aires y más tarde en París, hasta llegar a Palma, en el verso 99. Son más de 100 versos, por lo que sólo recojo algunos fragmentos:

IV

Tal continué en París lo empezado en Anvers.
Hoy. heme aquí en Mallorca, la terra dels foners.
como dice Mossen Cinto, el gran Catalán.
Y desde aquí, señora, mis versos a ti van.
olorosos a sal marina y a azahares.
al suave aliento de las Islas Baleares.
Hay un mar tan azul como el Partenopeo.
Y al azul celestial, vasto como un deseo,
su techo cristalino bruñe con el sol de oro.
Aqui todo es alegre, fino, sano y sonoro.
Barcas de pescadores sobre la mar tranquila
descubro desde la terraza de mi villa.
que se alza entre las flores de su jardín fragante
con un monte detrás y con la mar delante.

A veces me dirijo al mercado, que está
en la Plaza Mayor. (¿Qué Coppée. no es verdá?).
Me rozo con un núcleo crespo de muchedumbre
que viene por la carne, la fruta y la legumbre.
Las mallorquínas usan una modesta falda,
pañuelo en la cabeza y la trenza a la espalda.
Esto, las que yo he visto, al pasar, por supuesto.
Y las que no la lleven no se enojen por esto.
He visto unas payesas con sus negros corpiños,
con cuerpos de odaliscas y con ojos de niños;
y un velo que les cae por la espalda y el cuello
dejando al aire libre lo obscuro del cabello.
Sobre la falda clara un delantal vistoso.
Y saludan con un bon di tengui gracioso,
entre los cestos llenos de patatas y coles,
pimientos de corales, tomates de arreboles,
sonrosadas cebollas, melones y sandías.
que hablan de las Arabias y las Andalucías.
Calabazas y nabos para ofrecer asuntos
a Madame Noailles y Francis Jammes juntos. […]

El tiempo se ha puesto malo. El mar
a la furia del aire no cesa de bramar.
El temporal no deja que entren los vapores. Y
un yacht de lujo busca refugio en Porto-Pi.
Porto-Pi es una rada cercana y pintoresca.
Vista linda: aguas bellas, luz dulce y tierra fresca.
¡Ah. señora, si fuese posible a algunos el
dejar su Babilonia, su Tiro, su Babel.
para poder venir a hacer su vida entera
en esta luminosa y espléndida ribera!
Hay no lejos de aquí un archiduque austríaco
que las pomas de Ceres y las uvas de Baco
cultiva, en un retiro archiducal y egregio.
Hospeda como un monje -y el hospedaje es regio-.
Sobre las rocas se alza la mansión señorial
y la isla le brinda ambiente imperial.
Es un pariente de Jean Orth. Es un atrida
que aquí ha encontrado el cierto secreto de su vida.
Es un cuerdo. Aplaudamos al príncipe discreto
que aprovecha a la orilla del mar ese secreto.

La isla es florida y llena de encanto en todas partes.
Hay un aire propicio para todas las artes.
En Pollensa ha pintado Santiago Rusiñol
cosas de flor, de luz y de seda de sol.
Y hay villa de retiro espiritual famosa:
La literata Sand escribió en Valldemosa
un libro. Ignoro si vino aquí con Musset.
y si la vampiresa sufrió o gozó, no sé.

¿Por qué mi vida errante no me trajo a estas sanas
costas antes de que las prematuras canas
de alma y cabeza hicieran de mí la mezcolanza
formada de tristeza, de vida y esperanza?
¡Oh. qué buen mallorquín me sentiría ahora!
¡Oh. cómo gustaría sal de mar. miel de aurora,
al sentir como en un caracol en mi cráneo
el divino y eterno rumor mediterráneo! […]

Versos musicales, cantarines, alegres, frescos, que invitan a la recitación. La ciudad, la isla, aúna los alientos de las flores y de las sales marinas de este antiguo y clásico Mediterráneo luminoso que, para el poeta, es esperanza, aunque teme que ya sea tarde para él.

Leopoldo Lugones (1874 – 1938), argentino, fue un poeta reconocido y un político controvertido. Su esposa se llamaba Juana Agudelo. En esta bitácora puse un texto de Borges, de su libro “El hacedor” que, en 1960, visita a Lugones, casi treinta años después de haber muerto. (De la extraña visita que Jorge Luis Borges realizó a Leopoldo Lugones)

Pero la voz de hoy es la de Rubén Darío que se dirige a Juana en esta larga epístola que atraviesa varias ciudades del mundo. Acaba con una petición de Rubén:

Mírame transparentemente, con tu marido,
y guárdame lo que tú puedas del olvido.

 

LEER EL ARTÍCULO COMPLETO | Fuente: Alta mar enlace

Comentarios

comments