Por: Marta Leonor González.

Los libros más emblemáticos de Rubén Darío han sido editados como, Rubén Darío del Símbolo a la realidad (obra selecta), una edición que fue presentada por académicos y especialistas de la obra del poeta nicaragüense, en el Salón de los Cristales del Teatro Nacional Rubén Darío.

El coordinador de la publicación, Francisco Arellano Oviedo, presidente de la Academia Nicaragüense de la Lengua y designado por la Real Academia Española, que promueve el libro, agradeció y manifestó el esfuerzo de los especialistas, Jorge Eduardo Arellano y Julio Valle-Castillo, quienes presidieron el evento.

No obstante, Arellano Oviedo, destacó la presencia de importantes firmas que colaboraron con la publicación como el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Alfaguara en 1998, y los académicos, Julio Ortega, Noel Rivas Bravo y Peter Gimferrer. También distinguió los textos de los escritores fallecidos que perfilan a Darío como el máximo poeta de la lengua, Pablo Antonio Cuadra y José Emilio Pacheco.

Jorge Eduardo Arellano, en la edición, califica a Rubén Darío como al “Darío que transformaría la lírica que le precedía de nuestra lengua en multicorde y multiforme, gestando una tradición de ruptura y de avanzada”.

“Y esta transformación la protagonizó al incorporar diversas corrientes europeas del siglo XIX, superando y yendo más allá del movimiento modernista encabezado por él en América Latina, o más exactamente en el Cono Sur: Chile y Argentina”, apuntó.

La publicación contiene, Prosas Profanas y otros poemas, Cantos de Vida y Esperanza, Los cisnes y otros poemas, Tierras Solares, entre otros, recopilados con motivo de los cien años de muerto de Rubén Darío, una “obra y un poeta orgullo del país que debe ser recordado, leído y estudiado, no solo por los nicaragüense sino por el mundo entero para descubrir su grandeza”, concluyó Arellano Oviedo.

SUS ÚLTIMOS DÍAS

Meses antes de su muerte regresó a León, la ciudad de su infancia, el 7 de enero de 1916 y falleció menos de un mes después, el 6 de febrero.

Las honras fúnebres duraron varios días presididas por el obispo de León, Simeón Pereira y Castellón y el presidente Adolfo Díaz Recinos. Fue sepultado en la Catedral de León el 13 de febrero del mismo año, al pie de la estatua de San Pablo, cerca del presbiterio debajo de un león de concreto, arena y cal hecho por el escultor granadino Jorge Navas Cordonero; dicho león se asemeja al León de Lucerna, Suiza, hecho por el escultor danés Bertel Thorvaldsen (1770-1844).

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