(Foto: AFP. Una mujer carga una imagen de Rubén Darío en León, Nicaragua.)

Por: Agencia AFP.

Preparan por todo lo alto la conmemoración de la “marcha triunfal” del padre del modernismo.

LEÓN, Nicaragua

Nicaragüenses henchidos de orgullo se apropian de su mayor poeta, Rubén Darío, su obra y legado a un año del centenario de su muerte el 6 de febrero de 1916, con homenajes que inician este viernes y que mostrarán su vigencia en el mundo de las letras.

Cientos de tarjetas con estrofas de sus poemas y su retrato enfundado en su traje diplomático eran entregadas a los transeúntes de la calle la Calzada, en León, donde creció el poeta y dio sus primeros pasos en el mundo de las letras.

“Qué alegre y fresca la mañanita!/ Me agarra el aire por la nariz/los perros ladran, un chico grita/y una muchacha gorda y bonita,/junto a una piedra, muele maíz”, se lee en una de las tarjetas con su poema “Del Trópico”.

Nicaragua prepara por todo lo alto la conmemoración de la “marcha triunfal” del padre del modernismo e innovador del español, con actividades que serán promovidas por el gobierno, universidades e intelectuales del país para difundir su obra.

El legado de Darío está vigente. “Hoy en día es un maestro del idioma; no solo Nicaragua debe conmemorar su centenario de muerte sino que debería ser motivo de conmemoración hispanoamericana, porque él influenció a los poetas españoles y latinoamericanos”, dijo a la AFP el exrector de la Universidad Nacional de Nicaragua, Carlos Tunnerman.

Entre las innovaciones atribuidas a Darío que siguen presentes en la poesía contemporánea están el verso libre, el alivio del idioma de las largas frases y abusos del adjetivo y del adverbio, así como el uso del coloquialismo y el intertexto, según estudiosos de su obra.

Darío: el paisano inevitable

Aunque su obra trascendió su patria, “los nicaragüenses tenemos la obligación de conmemorar el centenario de muerte, con todo el esplendor y dignidad que Darío se merece, porque es nuestra máxima gloria nacional”, expresó Tunnerman.

Darío es el “paisano inevitable”, como le llamó otro grande de la poesía nicaragüense, José Coronel Urtecho, porque “donde uno va (fuera de Nicaragua) siempre nos dicen ‘¡ah, de la patria de Darío!’ y a veces también dicen ‘y de Sandino'”, agregó Tunnerman.

El espíritu de Darío se percibe en cada calle y sitio de León, donde se erigen estatuas, bustos y placas con sus poemas. El museo expone objetos que pertenecieron a él o su familia y su nombre da prestigio a parques, escuelas y edificios.

Quienes visitan la Catedral de León, encuentran la cripta donde fueron colocados los restos de Darío, sobre la que descansa un león que protege al poeta que tanto pánico tuvo a la muerte, lo cual fue tema en su obra.

En su poema “Lo Fatal” revela ese temor. “Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror…/¡y el espanto seguro de estar mañana muerto,/y sufrir por la vida y por la sombra y por/ lo que no conocemos y apenas sospechamos”.

Alfombras de aserrín al poeta

Las tradicionales alfombras de aserrín con que los leoneses celebran las fiestas religiosas de Semana Santa, este año fueron diseñadas con la imagen del poeta en distintas fases de su vida.

“Me siento orgullosa de tener a un poeta como Darío. Siendo un pobre de aquí de León, como nosotros llegó tan alto”, dijo a la AFP Xiomara Rodríguez, mientras observaba las alfombras coloridas.

“Darío nos dejo una gran enseñanza de amor por nuestro país, y un legado en cada poema donde se reflejan las alegrías y tristezas que a él le pasaron”, dijo el monaguillo de la Catedral Carlos Díaz.

Darío fue visionario de sí mismo al señalar: “Yo no soy un poeta para las muchedumbres, pero indefectiblemente voy a llegar a ellos” y así ha ocurrido, mencionó Tunnerman.

“Desafortunadamente no se le estudia lo suficiente y ese es uno de los grandes objetivos de la conmemoración de su centenario, agregó.

Darío, un clásico de la literatura universal, es el autor hispanoamericano sobre el que más se escriben libros, ensayos y tesis doctorales, aseguró Tunnerman.

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