El historiador Eddy Kühl Arauz, autor del libro “Rubén Darío según un paisano Matagalpa”, nos cuenta los grandes momentos y curiosidades que rodearon el nacimiento del Padre del Modernismo hace 153 años en Metapa
Cortesía: LA PRENSA.

Por: Enrique Sáenz.

Anoche, en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, en una sala rebasada por la cantidad de asistentes, se presentó el libro ¨La Princesa Paca¨.

¿Y quién era la princesa Paca?

Así llamaban los poetas y amigos de bohemia de Rubén Darío, en París, a Francisca Sánchez, la mujer que convivió con el poeta por dieciséis años, en España y en Francia. Si consideramos que Rubén falleció a los 49 años, estamos ante la persona que le acompañó –y le amó- la mayor parte de su vida. Además, concibió cuatro hijos de Rubén, de los cuales solamente sobrevivió uno.

El libro es una historia novelada de Francisca y de su relación con Rubén. En este sentido, es también un retrato íntimo del genio nicaragüense. Un retrato fiel, basado en documentos reales, según expresan los autores: Rosa Villacastín, nieta de Francisca y el escritor, también español, Manuel Francisco Reina.

Hay un estereotipo descalificador sobre Francisca: una campesina analfabeta, a la cual Darío y Amado Nervo enseñaron a leer. Hasta allí llega la descripción de este personaje lejano y difuso.

Sin embargo ¿Cómo se explica que un genio como Rubén se mantuviera junto a ella por dieciséis años, si no se tratara de una mujer con extraordinarias cualidades? Si la conocida expresión ¨detrás de cada gran hombre hay una gran mujer¨, pues detrás de la grandeza de Darío se encuentra Francisca Sánchez.

Cuando Francisca, la hija del jardinero del rey, conoce por casualidad en los jardines de la Casa de Campo de los reyes de España, a dos de los escritores más importantes del momento, Valle Inclán y Rubén Darío, no sospecha que su vida va a cambiar para siempre…¨

Rubén, impactado desde el principio por la belleza de la joven campesina, le pide una rosa. Con ese gesto de galán inicia frecuentes visitas a los jardines reales hasta que, un mes después, como decimos en buen nicaragüense, se la lleva a vivir con él. Sin embargo, como no podía casarse a causa del polémico matrimonio de Rubén con Rosario Murillo, Francisca le obligó a ir a pedir su mano, a su pueblo. Y allá llegó Rubén, al lejano poblado, montando un burro, porque no había otro medio para llegar.

¨Así, rompiendo las barreras de clase y educación que los separan, Francisca inicia un apasionado romance. Su relación con el poeta la llevará del mundo rural de la España profunda a París, la cuna del arte y la poesía de principios del siglo XX. Pero las estrictas normas sociales de la época le harán pagar caro su deseo de ser feliz.¨

La co-autora del relato, Rosa Villacastín, cuenta que creció con su abuela Francisca desde la más tierna infancia y que siempre fue un misterio un baúl azul que nadie podía abrir. En ese baúl Francisca Sánchez atesoró cartas, poemas a medio hacer y manuscritos completos, recetas de cocina, pequeños objetos y hasta facturas de la farmacia. Antes de morir, Francisca donó al estado español el contenido del baúl, y fue así que pudo conservarse y catalogarse un verdadero tesoro de información sobre el genio nicaragüense. Ese tesoro se encuentra bajo la custodia de la Universidad Complutense de Madrid. Fueron esos documentos auténticos los que sirvieron de base a los novelistas para escribir el libro.

Los autores del relato, que en el coloquio de anoche se mostraron como dos españoles de garra, primorosos y querendones con Nicaragua, escriben sobre Paca ¨Ella no era más que una muchacha enamorada, humilde y analfabeta, pero el amor enriquece y enseña muchas cosas. La pasión y el amor desinteresado fueron su única guía, y todos los caminos la condujeron hacia los brazos de aquel hombre de labios gruesos y sensibilidad herida que venía del otro lado del océano¨.

Ante el desafío que representa para los nicaragüenses conocer al mayor y más sublime estandarte de nuestra nacionalidad, la vida de Francisca es tal vez la mejor manera de aproximarse a la dimensión humana de Darío. Y corresponde reivindicar su contribución a la grandeza que el poeta alcanzó. Ella dio reposo al alma angustiada del hombre, alimentó su cuerpo en medio de las penurias materiales que padecieron, le acompañó en amargas y terribles horas, y absorbió y apaciguó las tormentas de su espíritu.

Un testimonio rotundo de los sentimientos del poeta se condensan en el poema que dedicó a Francisca, en partícular el párrafo y la palabra de cierre:

Seguramente Dios te ha conducido
para regar el árbol de mi fe,
hacia la fuente de noche y de olvido,
Francisca Sánchez, acompáñame…

Sin Francisca, es indudable que Darío siempre habría sido un creador genial. Pero, también, sin duda, su vida y sus creaciones serían otras. Y sería otro Rubén. Reivindiquemos pues el nombre y el papel de Francisca, la campesina hija del jardinero del rey de España.

 

Cortesía: Vamos al Punto con Enrique Sáenz enlace