Por: Blog de Alejandro de la Garza.

Darío inició todo…

Cantos de vida y esperanza, el clásico dariano, se publicó en España en 1905. Desde entonces es referencia imprescindible en la poesía Hispanoamericana. Hay un antes y un después de esta poesía modernista en su apogeo. Darío esplendoroso se apropia de Europa, la reelabora y la nombra ya con voz americana en estos versos de musicalidad, métrica, imágenes, asociaciones insólitas, únicas, originales.

Celebró sus poemas y sobre todo a Darío a través de este juguete para armar…

Saluda al sol, araña, no seas rencorosa.

Da tus gracias a Dios, oh sapo, pues que eres.

El peludo cangrejo tiene espinas de rosa

Y los moluscos reminiscencias de mujeres.

Saber ser lo que sois; enigmas siendo formas;

Deja la responsabilidad a las Normas,

Que a su vez la enviarán al Todopoderoso…

(Toca grillo, a la luz de la luna, y dance el oso).

¿Por qué de alcohol murió el poeta? En su foto póstuma, peripatético, trágico, yace muerto en brazos de su segunda esposa Rosario Murillo. La mujer no le permitió casarse con la campesina española Francisca Sánchez, a quien tanto amó Rubén y con la que tuvo dos hijos: una niña fallecida y un varón. Darío enfermo, trasegado por el alcohol, había sido intervenido quirúrgicamente, tenía 49 años. Para evitarle más miserias al artista un siniestro dictador guatemalteco le compra sus últimos días en Nicaragua. El militar le regala un poco de tranquilidad a cambio de una alabanza pagada, pero una alabanza del Príncipe de los Poetas. El “niño poeta”, como le llamaron a los 14 años en Managua, murió en León el 6 de febrero de 1916. Luego de su funeral su tumba fue profanada. ¿Por qué destazan a Rubén? ¿Por qué descuartizan a Darío? Le abren la cabeza para buscarle el secreto poético en algún lugar de su cerebro. ¿No hicieron lo mismo con Einstein?

Nació Félix Rubén García Sarmiento en Metapa Nicaragua en 1867. El pequeño poblado hoy se llama Ciudad Darío. Habría de saberse la miseria que vivió, la choza de pobre donde nació, el abandono de sus padres, las intermitentes penalidades de su vida, para entender entonces sin pedantería falsa ni chovinismo arcaico su Versalles, sus cisnes y estatuas, sus griegos antiguos (que siempre han sido nuestros), sus jardines y apolos, sus cristos y rezos, sus princesas y biombos, sus beatrices y amantes francesas, apropiados por derecho, talento y cultura. También Europa somos, dijo Rubén y arrojó a la fértil tierra americana a “Los malditos”: Baudelaire, Nerval, Rimbaud, Lautréamont, Laforge. Y aquí germinaron. Su París fue el de Lautrec y Proust y nos enseñó a verlo también nuevo“…y muy siglo diez y ocho y muy antiguo/ y muy moderno, audaz, cosmopolita;/ con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,/ y una sed de ilusiones infinita”. Darío tuvo el mejor oído de la poesía Hispanoamericana. Antes que nada, el hallazgo de la musicalidad, acentos, cesuras, ritmos, métricas. “…la forma es lo que primeramente toca a las muchedumbres. Yo no soy un poeta para muchedumbres. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas”. Darío revalorizó la palabra con audacias inéditas, asociaciones insólitas y en sus capacidades para sugerir tacto, aroma, densidad. Innovó con su despliegue metafórico, su sintaxis, su armonía, temas, vocabularios. Sus imágenes vívidas y fascinantes son producto de pulimento y reelaboración complejos pero en él casi instintivos. Sus arriesgadas metáforas fluyen con la artificiosa naturalidad de un simbolismo genuino, verídico, por fin americano en su voz y en su óptica, pero también en su temática profunda, en su inquisitoria filosófica sobre las fuerzas que rigen la vida, el amor, el sexo, la muerte, el destino.

El mediodía del modernismo, el pleno sol de su apogeo, el cenit del movimiento canta en voz de Darío su vida y esperanza en 1905, luego de asimilar de los primeros años del movimiento la rima inigualable de Martí, la rítmica del cubano Julián del Casal, los poemas de flaneur mexicano de Gutiérrez Nájera y los musicales de José Asunción Silva desde Bogotá. Entonces viene Prosas Profanas de 1896, y comienza la hegemonía de Darío, que se extenderá por América latina y alcanzará España. “El movimiento que me tocó iniciar”, llegó a decir. La sorpresa de la “invención” dariana deslumbró aún a sus pares: Lugones, José Enrique Rodó, Ricardo Jaimes Freyre y Julio Herrera Reissing. En 1905 Rubén inició todo. Cantos de vida y esperanza, publicado en España, origina la poesía de las vanguardias y es su simiente, alienta además la novela moderna y abre el siglo XX a la poesía nuestra, americana. “Como la Galatea gongorina/ me encantó la marquesa verleniana,/ y así juntaba a la pasión divina/ una sensual hiperestesia humana;…”.

Cantos de vida y esperanza esta dividido en tres partes. La primera contiene 14 poemas bajo el título general. El famoso poema de inicio “Yo soy aquel que ayer nomás decía/ el verso azul y la canción profana”, es obvia declaración de principio que revive su Azul, de 1888, y Prosas Profanas, de 1896. Luego Darío pasea su invención por “El rey Óscar”, “Cyrano en España”, su “Salutación a Leonardo”, y su famoso poema “A Roosevelt”. Le siguen cuatro poemas del capítulo titulado “Los cisnes”, donde además de recordar a Rafael Nuñez, ahonda en el tema del título, emblemático del modernismo: ¿Qué signo haces, oh cisne, con tu encorvado cuello? La última parte: “Otros Poemas”, es la mas extensa y variada en cuanto a temas y formas. Son 41 poemas donde el refinamiento del lenguaje poético de Darío cumple su mejor expresión. Abundan los retratos, los juegos con los clásicos españoles, los lamentos por el destino. El famoso “Soneto de trece versos”, con su visir y su Scherezada. Nocturnos, sonetos, aleluyas redondean esta sección, la más intensa del libro hasta su famoso poema final “Lo fatal” que tanto influiría en la generación siguiente, la de la vanguardia.

En la introducción “Al Lector”, Darío hace una defensa del difícil hexámetro absolutamente clásico y justifica el manejo que da a esta forma expresiva. La reivindicación del verso libre la encamina luego hacia quienes considera “…los únicos innovadores del instrumento lírico, los únicos libertadores del ritmo: los poetas del Madrid cómico y los libretistas del género chico”. Con esta advertencia en pro del clasicismo y de la “frivolidad” del género chico, Darío se lanza a renovar la poesía. Poeta, periodista, diplomático, viajero, cónsul en Chile y en España y en gran parte de Europa, con medios de subsistencia apenas unos años y mucha miseria buena parte de su vida. “Padre y maestro mágico”, lo llama Luis Cardoza y Aragón. “Todo lo renovó Darío… Lo podemos llamar libertador…”, dijo en su homenaje Jorge Luis Borges. “Ser o no ser como él; de ambas maneras Darío está presente en el espíritu de los poetas contemporáneos. Es el fundador”, escribió Octavio Paz. “Pablo Neruda, chileno, y yo, español, coincidimos en el idioma y en el gran poeta nicaragüense, argentino, chileno, español: Rubén Darío”, añadió Federico García Lorca. El modernismo pasó; Darío quedó para siempre.

 

Si era todo en tu verso

La armonía del mundo

¿Dónde fuiste Darío?

La armonía a buscar

(Antonio Machado)

 

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