Por: Letzira Sevilla Bolaños.

Con escepticismo, cierta dosis de coraje y una alta concentración de preocupación  veo cómo por el centenario de la muerte del pánida Rubén Darío proliferó una cantidad insospechada de premios.

Y entiendo que para muchos es una forma de homenajear la memoria del ilustre nicaragüense, pero no todo lo que brilla es oro y en algunos casos los premios son los que ganan con sus laureados y no los ganadores los que acogen prestigios con el galardón.

Me resulta repulsivo, insultante y aberrado el que cualquier persona o publicación de media tinta para abajo se permita el derecho de convocar a un concurso literario en nombre de Darío.

No sé si existe alguna regulación al respecto y de no ser así es sumamente necesario que el Ministerio de Cultura pueda decidir qué instituciones pueden convocar a un concurso y sobre todo quiénes van a integrar un jurado calificador.

Aunque suene descabellado, algunos certámenes han contado con jurados cuya “trayectoria literaria” al ser puesta en la balanza no mueve la aguja desde el punto de partida, simple y sencillamente porque no cuentan con los méritos suficientes para poder juzgar la calidad de quienes inocentemente caen en la trampa de la convocatoria realizada.

Que alguien sin trayectoria ni madurez en las letras sea anunciado con bombos y platillos como jurado es un insulto a la cultura y en parte debo reconocer que eso es fruto de una costumbre malsana que se ha cultivado en nuestro país de llamar poeta a todo el que cree serlo.

Fuente: El Nuevo Diario

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